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Buscadores de caminos

Wayfinding quizá sea un término no muy conocido hoy en día, sin embargo, para encontrar a los pioneros de esta técnica hemos de echar la vista atrás unos 4000 años.

Los wayfinders era el nombre que recibían los navegantes de la Polinesia. Esta civilización, sin brújulas ni ningún otro instrumento de precisión, era capaz de orientarse y navegar desde un punto a otro leyendo el entorno. El éxito de la travesía era crucial, pues necesitaban llegar a otras islas para conseguir recursos y asegurar la supervivencia de la comunidad.

Gracias a las observaciones que habían hecho generación tras generación y a la transmisión a través de la tradición oral, los navegantes eran capaces de identificar patrones que se repetían, así como la periodicidad entre los fenómenos. La posición de las estrellas según la época del año, la migración de los pájaros o su ubicación, la dirección del viento o la forma de las olas eran lo que para nosotros son hoy las señales que guían hacia un destino. Y  en eso consiste el wayfinding.

Las tres etapas

Simplificando el concepto, wayfinding se compone de tres etapas:

  1. Lo primero  es identificar el punto de partida, el lugar de origen del trayecto.
  2. Le sigue una continua lectura del entorno, utilizando toda la información sensorial disponible como feedback necesario para la toma de decisiones.
  3. Por último, es necesario ser capaz de identificar el destino una vez que se alcanza.

Arte que orienta

Aquí radica  la esencia del wayfinding: a diferencia de la señalética, el wayfinding tiene como referencia a los visitantes y el espacio físico en el que se desenvuelven, así como los procesos perceptivos, cognitivos y de interacción que tienen lugar en el proceso de orientación.

Pongamos un ejemplo. Mi tren acaba de llegar a Atocha y llamo a un taxi para que me recoja. ¿Cómo nos pondremos de acuerdo en el punto de recogida si no conozco la ciudad? “La recojo en los Cabezones”, me dijo el conductor. No hubo más problema.

En este caso las esculturas “Día y Noche” de Antonio López cumplen la función orientadora mejor que cualquier otra señal instalada en las inmediaciones de la estación. Esta simple referencia me hizo llegar a mi destino de forma directa pese a no haber visto estas esculturas con anterioridad.

Mucho más que señales

Es probable que, si hemos ido a Barcelona, nos hayamos citado con unos amigos en el “mosaico de Miró” en las Ramblas, o que hayamos quedado en “La Farola” si la visita fue a Málaga. Estos son otros ejemplos de cómo el espacio en sí mismo, los elementos que lo componen y la forma en la que interactúan las personas en él y con él, son determinantes para el proceso de orientación.

Esto es wayfinding. Mucho más que señales.